viernes, 20 de septiembre de 2019

Los libros que me han conmovido

Hace casi un año, un buen amigo, escritor y médico, natural de Ciudad Real para más señas, me convenció para confeccionar una lista de los libros con los que más me siento en deuda. Subí cada título en entradas separadas en Facebook y ahora las recojo aquí para que no se diga que no cumplí con exhibir estas debilidades mías.






Primer día de diez. Tras aceptar el reto que me lanzara mi amigo Juan Castell Monsalve ofrezco la primera portada de diez libros que me han impactado. No es un lista de los diez que considero los mejores de la historia, sino de diez que me han conmovido profundamente y que, en algunos casos, siguen siendo una fuente de gozo, reflexión y asombro en mi vida. También he procurado ofrecer las portadas de las ediciones en que las leí por primera vez (eso, en los pocos casos en que esas portadas sobreviven, maltrechas por el paso del tiempo). Comienzo con esta novela de Albert Camus escrita en 1947; una poderosa alegoría moral que me dejó aturdido durante el final de mi adolescencia y que plantea asuntos que aún me obsesionan...





Segundo día de diez. Tras aceptar bajo presión el reto que me lanzara mi amigo Juan ofrezco la segunda portada de diez libros que me han impactado, para bien o para mal. No es un lista de los diez que considero los mejores de la historia, sino de diez que me han conmovido profundamente y que, en algunos casos, siguen siendo una fuente de gozo, reflexión y asombro en mi vida. También he procurado ofrecer las portadas de las ediciones en que las leí por primera vez (en los pocos casos en que esas portadas sobreviven). Cuando terminé de leer el Discurso del Método de René Descartes en el bachillerato me dije: “Esto quiero hacer”. Y después de cerciorarme de que, en efecto, la carrera de filosofía aún existía y que había lugares en los que se contrataba por saber sobre ese asunto (así me lo dijeron), me embarqué en el estudio de esta disciplina que me sigue deparando sorpresas, sinsabores, desconciertos y admiración. Satisfacción no: ese talante, como he descubierto, le está vedado al filósofo.






Tercer día de diez. Tras aceptar el desafío de mi amigo Juan Castell, y tras una al parecer polémica segunda selección, vuelvo a la carga y ofrezco la tercera portada de diez libros que me han impactado, para bien o para mal. No es un lista de los diez que considero los mejores de la historia, sino de diez que me han conmovido profundamente y que, en algunos casos, siguen siendo una fuente de gozo, reflexión y asombro en mi vida. El Tanáj (lo que constituye la casi totalidad del Antiguo Testamento cristiano) puede ser polémico en cualquier sentido, menos en su influencia decisiva en la configuración de la cultura judía y, en general, occidental. Consta de 39 libros repartidos en tres grupos (Ley, Profetas y Escritos) y la compleja historia de sus traducciones inicia durante el tercer siglo antes de la Era común con una versión vertida al griego para la comunidad judía de Alejandría. Acudo con frecuencia a esta traducción que presento (que inició en 1955 y se encuentra en constante revisión) de la Jewish Publication Society, pues combina rigor académico con fluidez y agrado en la lectura. Me gustaría mucho que tuviéramos una traducción así al castellano.




Cuarto día de diez. Tras caer en la celada que de manera artera me tendiera mi amigo Juan Castell  ofrezco la cuarta portada de diez libros que me han impactado. No es un lista de los diez que considero los mejores de la historia, sino de diez que me han conmovido profundamente. También he procurado ofrecer las portadas de las ediciones en que las leí por primera vez (si acaso sobreviven). Ahora va algo de poesía: “Personae” de Ezra Pound, en la traducción de Rousset Banda, el libro que me introdujo a la gran poesía norteamericana del siglo XX y, de paso, a la poesía contemporánea en general. Versos inmensos de alguien que pretendió hacer de la poesía una forma de vida. Aprendí en ellos muchas cosas, como la contemporaneidad del pasado y el gozo en la precisión de poemas que parecen breves silogismos de tan redondos, tan inevitables. También descubrí los peligros que encierra la poesía cuando sucumbe al esteticismo político.




Quinto día de diez. Sigo lidiando con el difícil reto de mi amigo Juan. Ofrezco ahora la quinta portada de diez libros que me han impactado. No es un lista de los diez que considero los mejores de la historia, sino de diez que me han conmovido profundamente y que me han influido (para bien o para mal). También he procurado ofrecer las portadas de las ediciones en que las leí por primera vez (en los pocos casos en que esas portadas sobreviven). La de hoy es una portada que, como la que ofrecí en la cuarta entrega, lleva la etiqueta “Handle with care”. No sé si será porque soy de reacción lenta o qué me pasa, pero la cosa es que una constante en mi vida ha sido siempre llegar tarde a todo. Y, por supuesto, llegué tarde al marxismo. Eso quizá me permitió una visión más ponderada de la obra del barbudo de Tréveris, y apreciar con amplitud sus “Manuscritos filosóficos económicos de 1844” a la luz de los descarríos de sus muchísimos seguidores y de los traspiés —sobre todo en sus ideas económicas— en lo que se considera su obra cumbre: “El Capital”. En los “Manuscritos” encontramos a un Marx más filósofo y menos economista; menos materialista y más hegeliano; más reflexivo y menos activista. Es la obra que generó la figura del “Marx humanista”, que contrastó con un Marx dizque “científico”, como lo llamaron, no sin desvergüenza, los grupos académicos más ortodoxos y sus gurúes. Hay en los manuscritos un intento bastante fallido de derivar categorías económicas a través de la dialéctica, pero está también un análisis muy matizado del famoso concepto de “alienación” que sigue generando interés y que creo que aún es lectura indispensable para tratar de entender la extrañeza que nos produce la sociedad en que vivimos, y la degradante deshumanización a la que nos expone.




Sexto día de diez. Mi amigo Juan Castell me ha inducido con hábiles ardides a seleccionar los diez libros que más me han impactado, para bien o para mal. No es un lista de los diez que considero los mejores de la historia, sino de diez que me han conmovido profundamente y que, en algunos casos, como sin duda en éste, siguen siendo una fuente de gozo, reflexión y asombro en mi vida. Parece que el escritor ruso Isaak Babel señaló una vez con mucho acierto: “Si el mundo pudiera escribir por sí mismo, escribiría como Tolstoi”. La enorme novela “La guerra y la paz” es muchas cosas, y entre ellas es lo que dice Babel: el mundo mismo se despliega ante nuestros ojos su sentido múltiple, irremediable, familiar e insólito a la vez. En ese tejido de la historia, el tirano Napoleón, el admirable general Kutúzov y la épica del pueblo ruso se coloca en un mismo plano de gravedad que los chismes de salón, las levedades de princesitas adolescentes que se aburren cada tarde, las tareas diarias de los campesinos humildes, los árboles y los animales. No hay leyes que determinen nuestros actos ni los resultados de las batallas; tampoco hay individuos imprescindibles y el azar nunca deja de aportar lo suyo. Las cosas son como son y los planes de los personajes no siempre se realizan… Y, sin embargo, entre las rendijas de ese escenario tan llano se cuela en cada página de la obra un sentido de trascendencia grandioso, avasallador. “La guerra y la paz” no es sólo mi novela favorita: leerla ha supuesto una de las mayores experiencias de cualquier tipo en mi vida.




Séptimo día de diez. Mi amigo Juan Castell Monsalve me ha inducido con ensalmos y hechizos importados de la Edad Media a seleccionar los diez libros que más me han movido el tapete, para bien o para mal. No es un lista de los diez que considero los mejores de la historia, sino de diez que me han conmovido profundamente y que, en algunos casos, revisito continuamente. Aunque se tata e un libro pequeñito, la influencia en el pensamiento occidental de la “Fundamentación de la Metafísica de las Costumbres” (1785) es inmenso. A su brevedad, hermana una claridad de expresión que no es muy común en el resto de la obra de Kant, un filósofo con el que se puede o no estar de acuerdo, pero al que es imposible ningunear (so pena de no entender nada del mundo moderno). Ahora con el resurgimiento de nacionalismos y de la presencia cada vez mayor de poblaciones migrantes, conviene recordar una idea que con tanta fuerza defiende Kant en este libro: debemos ser capaces de reconocer la humanidad en todos y afirmar nuestra lealtad y respeto a la razón y a la capacidad moral que hay en cada uno de nosotros. Tal es la base de la ética y de la sociedad, según el filósofo prusiano. Las banderas, las etnias, las tradiciones o las lenguas pueden ser todo lo coloridas que se quiera y hasta enriquecer la vida, pero son moralmente irrelevantes.




Octavo día de diez. Juan Castell Monsalve, amigo mío, me ha inducido con artimañas extraídas del Pozuelo Seco de Don Gil a seleccionar los diez libros que más me han movido el tapete, para bien o para mal. No es un lista de los diez que considero los mejores de la historia, sino de diez que me han conmovido profundamente y que, en algunos casos, revisito continuamente. El Pirké Avot es uno de los sesenta y tres tratados de la Mishná (el código legal judío recopilado hacia el siglo III de la era común). La obra más popular de la muy extensa literatura rabínica, contiene algunas de las máximas más famosas de los rabinos de la Antigüedad y que exponen, sobre todo, la sabiduría práctica contenida en el judaísmo. La espiritualidad se entreteje con la ética y con la importancia del estudio para delinear una imagen de la mejor vida individual y colectiva posible. Hay quienes sostienen que podría ser el primer manifiesto de justicia social del mundo occidental. Dependiendo de la edición, la obra se acompaña de comentarios iluminadores de autoridades tradicionales que van desde Rashi, Maimónides y Ovadía de Bertinoro, hasta (como en el caso de la edición que muestro en la imagen) rabinos y estudiosos modernos y contemporáneos (Leo Baek, Emil Fackenheim, Judith Plaskow et alia). Va una pequeña muestra del tipo de exhortaciones que se ofrecen y discuten en el Pirké Avot: Dice el rabino Tarfón (de Judea, ca.120–140): “No es tu responsabilidad finalizar la obra [de perfeccionar el mundo], pero tampoco eres libre de desistir en ello”. O Ben Azzai (Tiberias; siglo II): “La recompensa de una mitzvá es una mitzva; y la recompensa por una transgresión es una transgresión”. O uno de los dichos más famosos y comentados de toda la obra, atribuido al famoso Hillel el Sabio (cuya principal actividad tuvo lugar entre el año 30 a.e.c. y el 10 e.c.): “Si no soy para mí mismo, ¿quién será para mí? Si no soy para los demás, ¿qué soy yo? Y si no es ahora, ¿entonces cuándo?” Ahí les dejo estas inquietudes…




¡Casi termino! Noveno día de diez. Juan Castell Monsalve me ha inducido con artimañas extraídas del Pozuelo Seco de Don Gil a seleccionar los diez libros que más me han movido el tapete, para bien o para mal. No es un lista de los diez que considero los mejores de la historia, sino de diez que me han conmovido profundamente y que, en algunos casos, revisito continuamente. Rodión Raskólnikov, un joven estudiante, pobre e “intoxicado de ideología”, se piensa superior a los demás y comete un horrendo crimen para demostrarlo. “Crimen y castigo” es la historia de la transformación de su conciencia moral desde sus delirios de superhombre hasta su redención final de la mano de Sonia, una prostituta inocente y abnegada (ya la mezcla de estas particularidades atestigua la genialidad del autor). Para Dostoievski, y eso nos muestra en su relato, el mundo tiene, querámoslo o no, una estructura moral, que sólo se nos revela en la sumisión y la fe. Mezcla de relato policíaco, crítica social y fábula religiosa, “Crimen y castigo” es una de las novelas más intensas y mejor ejecutadas de toda la literatura.





Misión cumplida. Décimo día de diez. Juan Castell Monsalve me ha pedido que comparta las portadas de los diez libros que más me han influido en mi vida, para bien o para mal. No es un lista de los diez que considero los mejores de la historia, sino de diez que me han conmovido profundamente y que, en algunos casos, revisito continuamente. Ludwig Josef Johann Wittgenstein, qué duda cabe, tiene credenciales suficientes para ser considerado el filósofo más original e influyente del siglo XX, junto con Martin Heidegger. Las “Investigaciones filosóficas” (1953) son, como todo lo que escribió el vienés, algo muy peculiar, una mezcla de recordatorios, preguntas, ejemplos imaginarios, exhortaciones y argumentos que, tras leer con atención, producen en el lector la incómoda y a la vez exultante sensación de que no se sabe decir exactamente qué es lo que aprendió, pero que abandona las páginas con la visión correcta de las cosas. Un efecto, creo yo, perfectamente calculado, si se atiende que Wittgenstein considera la filosofía no como una teoría, sino como una actividad, una terapia. También Wittgenstein me ha llevado a revalorar la importancia de la filosofía. Los abismos de la filosofía son, muchas veces (¿siempre?), sólo confusiones lingüísticas, pero apuntan hacia algo importante en nuestra naturaleza, hacia una tendencia irrevocable de estrellarnos contra los límites de nuestro lenguaje. De ahí que los problemas importantes de la vida se diriman en otra parte, en los ámbitos (prácticos, no teóricos) de la ética, la estética y la religión. “La sabiduría es gris” dice Wittgenstein (¿parafraseando a Goethe?), “En cambio, la vida y la religión son multicolores”. Y, ocupándose del “Sinn des Lebens”, nos expone: “La solución del problema de la vida se aprecia en la desaparición de ese problema. (¿No es ésta la razón por la que las personas que tras largas dudas llegaron a ver claro el sentido de la vida no pudieran decir después en qué consistía tal sentido?)”