viernes, 9 de junio de 2023

Lo que nos une es el sentimiento de pérdida

 


Nick Cave es uno de los pocos músicos del rock que piensa antes de hablar o de escribir. O que simplemente piensa. Preocupado por la relación que guarda con su público, fundó en 2018 el sitio The Red Hand Files, <https://www.theredhandfiles.com/>, una suerte de consultorio filosófico (y algo más: “un extraño ejercicio de vulnerabilidad y transparencia comunal”, como señala el propio Cave). Ahí el cantante responde a todo tipo de preguntas de sus fans, algunas simplonas, otras más sustanciosas. Las respuestas casi siempre son interesantes, meditadas y honestas. Va un ejemplo, en el que un tal Beau le lanza sin decir agua va el enigma eterno.



¿Cuál es el sentido de la vida?
Beau, Essex, Inglaterra

Querido Beau:

Para entender el sentido de la vida debemos entender primero qué significa ser humano. Me parece que el elemento común que nos une a todos es la pérdida, por lo que el sentido de la vida debe ponderarse en relación con esa dimensión. Nuestras pérdidas individuales pueden ser pequeñas o grandes. Pueden ser la acumulación de mermas de las que apenas nos percatamos en lo individual o pueden ser grandes catástrofes. El sentimiento de pérdida impregna nuestros cuerpos desde el momento en que nos expulsan del vientre materno hasta el final de nuestros días, cuando, subsumidos por él, nos convertimos en la esencia de la pérdida misma. Al final nos convertimos en el dolor del mundo tras acumular innumerables pérdidas a lo largo de nuestra vida. Estas pérdidas son múltiples y habituales; son tanto monstruosas como triviales. Son pérdidas de la dignidad, pérdidas de la autonomía, pérdidas de la confianza, pérdidas del espíritu, pérdidas de los objetivos o de la fe y, desde luego, pérdidas de nuestros seres queridos. Son decepciones cotidianas y esporádicas o grandes heridas históricas que proyectan sus sombras sobre el predicamento humano y nos hacen recordar el temible potencial que guarda nuestra propia pérdida de humanidad. Somos capaces de las mayores atrocidades y de los sufrimientos más profundos, que culminan en un vasto dolor colectivo. Ésta es la condición que todos compartimos.

Y, con todo, la felicidad y la alegría siguen irrumpiendo en esta condición común. Al parecer la vida está llena de una belleza insistente, sistémica e irreprimible. Pero estos momentos de felicidad no se experimentan en soledad, sino que son casi totalmente relacionales y dependen de la conexión con el Otro, ya sea la gente, la naturaleza, el arte o Dios. Aquí es donde se establece el sentido, en la conexión, instalado en nuestro sufrimiento compartido.

Creo que somos criaturas buscadoras de sentido, y estos sentimientos de sentido, relacionales y conectivos, casi siempre se encuentran en la bondad. La bondad es la fuerza que nos hace unirnos, y esto, Beau, es lo que creo que intento decir: a pesar de nuestro estado colectivo de pérdida y nuestro potencial para el mal, existe una gran red de bondad, tejida por innumerables bondades humanas cotidianas.

Estos actos de bondad, a menudo pequeños y aparentemente intrascendentes, y que el escritor soviético Vasili Grossman denominó actos de “bondad insignificante e irreflexiva” o de “bondad inadvertida”, se unen para crear un Bien oculto y poderoso que contrarresta las fuerzas del mal e impide que el sufrimiento abrume al mundo. Nos tendemos la mano y nos unimos en la oscuridad que nos abraza. Al hacerlo, triunfamos sobre nuestras pérdidas colectivas y personales. Mediante la bondad nos predisponernos, de manera sorprendente y milagrosa, para el sentido. Descubrimos, en el más mínimo gesto de buena voluntad que yace a ante nuestra mutua y monumental pérdida, “el sentido”.

Te quiere,
Nick