Para Rivka (TPB)
Claudio
Monteverdi publicó su Cuarto libro de
madrigales en 1603. En esta obra se desarrollan ya elementos de la llamada seconda prattica, un nuevo estilo
secular en el madrigal con el que el compositor nacido en Cremona en 1567 y
muerto en Venecia en 1643 llevó el lenguaje polifónico renacentista a una nueva
expresividad con frases más libres y “declamadas” y sorprendentes disonancias.
Con éstos y otros recursos Monteverdi manifiesta su enorme capacidad para responder
a las posibilidades poéticas de los textos y contribuye así al advenimiento de
la sensibilidad barroca y el canto monódico. Además de 9 libros de madrigales,
sobrevivieron hasta nuestros días diversas obras de música religiosa (¡el Vespro della Beata Virgine!) y tres
óperas portentosas (desgraciadamente, la mayoría se perdieron) que marcaron
cómo habría de cultivarse el género en los años por venir. Mi admiración por
Monteverdi es mayúscula, y simplemente lo considero el más grande músico
italiano de todos los tiempos.
Ahora
bien, llevado por el entusiasmo y el amor que profeso hacia cierta personita, ofrezco aquí en castellano los madrigales del
Libro cuarto. Las versiones del “itañol” son mías. Me declaro a la vez afecto e
ignorante de la lengua italiana, de modo que ahí les encargo si descubren
errores de traducción (que seguro los hay, como también habrá fealdades estilísticas y otros defectos). Así que advertidos están. Procuré interpretar
un poco el carácter apasionado y epigramático de los textos y quizá con ello contribuya
un poco para que, quienes no conozcan la música de Monteverdi, puedan disfrutarla
y comprenderla un poco mejor…
Hay
en la red muchos videos de los madrigales de Monteverdi (algunos de
interpretaciones en vivo, otros con subtítulos). Les dejo aquí este enlace de
una excelente versión del libro cuarto con el Concerto Italiano:
https://www.youtube.com/watch?v=GrqO_ipHPMM
Y, ahora sí, agárrense, que van mis traducciones:
Ah dolente partita (Giovanni
Battista Guarini)
¡Oh
dolorosa partida!
¡Oh
fin de mi vida!
¿Te
abandono y no muero?
Y,
con todo, experimento
La
herida de la muerte,
Y
al separarnos
Siento
una agonía vivificante
Que
mantiene vivo mi dolor
¡Para
que mi corazón muera eternamente!
Cor
mio, mentre vi miro (Guarini)
Corazón
mío, mientras te miro
Visiblemente
me transformo en ti;
Y trocado
así
En
un solo suspiro exhalo mi alma.
¡Oh
belleza mortal!
¡Oh
belleza vital!
Pues
un corazón tan pronto
Nace
por ti, que por ti muere.
Cor
mio, non mori? e mori! (Anónimo)
Corazón
mío, ¿no mueres? ¡Muere!
Tu
ídolo te es arrebatado
Y
pronto estará en brazos de otro.
¡Ah,
rómpete corazón mío!
Deja
la vida y el ardor
Pues
no puedes mantenerte vivo
Sin
esperanza ni ayuda.
Vamos,
corazón ¡muere! Yo muero, yo parto, adiós
Dulcísimo
bien.
Sfogava
con le stelle (Ottavio
Rinuccini)
Desahogando
con las estrellas
Un
enfermo de amor
Bajo
el cielo nocturno su dolor,
Decía
mirándolas fijamente:
“Oh
bellas imágenes del ídolo que adoro,
Si,
como me han mostrado
Mientras
brillan
Su
rara belleza,
Así
pudieran mostrarle
Mis
flamas ardientes
La
harían con vuestro semblante áureo
Misericordiosa,
como a mí me hacéis amoroso.
Volgea
l'anima mia soavemente (Guarini)
Mi
amor, suavemente,
Esa
querida y radiante
Mirada,
toda belleza y deseo,
Me
dirigió, centellante, y parecía decirme:
“Dame
tu corazón, que no vivo sin otra cosa”.
Y
mientras mi corazón vuela a donde fue invitado
Por
esa belleza infinita,
Suspirando
grité: “Mísero de mí. Despojado así,
¿quién
me dará vida?”
Me
responde ella con un suspiro de amor:
“Yo,
que soy tu corazón”.
Anima mia perdona (Guarini)
Alma
mía perdona
A
quien es cruel sólo porque
Misericordiosa
no ha podido ser; perdona a quien
Sólo
en las palabras y en el semblante
Parece
tu enemiga
Pero
en el corazón
Es
tu amante más tierno;
Y,
si aún deseas venganza
¡ah!
¿Qué mayor venganza podrás obtener
Que
tu propio sufrimiento?
Pues
si tú eres mi amante
Como
en verdad lo eres
Pese
al cielo y la tierra,
Cuando
lloras y suspiras
Esas
lágrimas tuyas son mi sangre,
Esos
suspiros el aliento que me da vida,
Y
las penas y el dolor que sientes
Son
mis tormentos, no los tuyos.
Luci serene e chiare (Rodolfo
Arlotti)
Luces
serenas y claras,
Vosotras
me incendiáis, pero mi corazón
Siente
placer en el fuego, no dolor.
Dulces
y queridas palabras,
Vosotras
me herís, pero mi pecho
No
siente dolor en la herida, sino placer.
Oh
milagro de amor:
Un
alma que es toda fuego y toda sangre
Se
consume sin dolor, muere y no languidece.
La piaga c’ho nel core (Aurelio Gatti)
La
herida que tengo en el corazón
Mujer,
y que te deleita,
Es
culpa mía y de tus ojos.
Mis
ojos te vieron,
Los
tuyos me hirieron.
Pero
¿cómo puede ser común la falta
y
el dolor sólo mío?
Voi pur da me partire (Guarini)
En
verdad me abandonas, inclemente,
Y
el partir no te duele.
¡Ah!
Es una muerte cruel
¿Y
te regocijas en ello?
Se
acerca la hora suprema
Y
tú no la sientes.
Oh
maravilla de dureza extrema:
¡Ser
el alma de un corazón
Y
separarte sin sufrir dolor!
A un giro sol (Guarini)
Con
una mirada sola de esos bellos luceros
El
aire alrededor sonríe,
el
mar y los vientos se aquietan
y
el cielo se adorna con nueva luz.
Sólo
yo tengo ojos tristes.
En
verdad, cuando naciste,
Tan
cruel e insensible,
Nació
la muerte mía.
Ohimé, se tanto amate (Guarini)
¡Ay!
Si tanto te complace
Escuchar
la palabra “ay”, entonces
¿Por
qué matar a quien la dice?
Si
muero, un solo, lánguido y doloroso,
“ay”
podrás escuchar;
Pero
si, corazón mío, deseas
Que
haya vida de ti para mí, y de mí para ti,
Tendrás
miles y miles de dulces “¡ay!”
Io mi son giovanetta (anónimo)
“Yo
soy una jovencita
¡y
río y canto en la nueva estación!”
Cantaba
mi dulce pastora
Cuando,
de pronto,
Ante
aquel canto mi corazón
Entonó
una melodía como un pajarillo alegre:
“¡Yo
también soy joven
Y
río y canto en la dulce y bella
Primavera
del amor
Que
florece en tus ojos bellos!”
“Huye”,
me dice, “si eres sensato del fuego.
¡Huye!,
pues en esos ojos
Nunca
habrá primavera para ti”.
Quell’augellin, che canta (Guarini, Il pastor fido I, 1)
Este
pajarillo que canta
Dulcemente
y sin motivo
Vuela
del abeto a la haya,
Y
de la haya al mirto.
Si
tuviese alma humana
Diría:
“Ardo de amor, ardo de amor”.
Y
apenas arde en su corazón
Llama
a su Deseo
Quien
le responde:
“Yo
también ardo de amor”.
Bendito
seas
Amoroso
y gentil pajarillo.
Non piú guerra, pietate (Guarini)
No
más guerra, piedad,
¡Mis
ojos bellos, mis ojos triunfantes!
¿A
qué vas armada
Contra
un corazón capturado y rendido?
Liquida
a los rebeldes
Liquida
a los que se arman y defienden
No
a quien, vencido, te adora.
¿Quieres
que muera?
Moriré
tuyo, y el sufrimiento de la muerte
será
mío, pero la pérdida será tuya.
Sí ch’io vorrei morire (Maurizio Moro)
Sí,
que me quiero morir
Cuando
beso, amor,
La
bella boca de mi amado.
Oh,
dulce y adorada lengua
¡Dame
tantos besos húmedos
Hasta
que de dulzura en este seno me extinga!
Ah,
vida mía, en este blanco pecho
Estrújame
hasta que desmaye.
Ah,
boca, besos, lengua, me hacen decir:
Sí,
que me quiero morir.
Anima dolorosa che vivendo (anónimo)
Alma
dolorosa que en vida
Tanto
dolor y suplicio soportas
Cuando
escuchas, hablas, piensas, ves o sientes,
¿Aún
respiras? ¿Qué esperas? ¿Te aferras aún
A
esta muerte en vida, a este infierno eterno
De
tus penas?
¡Muere,
miserable, muere!
¿Por
qué te demoras? ¿Qué haces?
¿Por
qué, muerta para el placer, vives para el dolor?
¿Para
qué vivir para la muerte?
Consume
el dolor que te consume a ti
Esta
muerte que pretende ser vida.
Muere,
mezquina, a tu morir muriendo.
Anima del cor mio (anónimo)
Alma
de mi corazón,
Puesto
que me abandonas (¡miserable de mí!)
Si
desearas en algo aliviar mi martirio
No
te niegues, al menos, a que te siga
Sólo
con mis suspiros
Y
para recordarte
Que
con tantas penas y tan mala fortuna
Quedo
como verdadero ejemplo de amor y fidelidad.
Longe da te, cor mio (anónimo)
Lejos
de ti, corazón mío,
Me
consume el dolor,
La
dulzura del amor.
¡Vuelve
ahora, vuelve! Y si el destino
Dispone
que sufra aún junto a ti
Deja
que tus bellos ojos resplandezcan
Para
que yo arda en ellos y muera feliz.
Piagn’e sospira (Torquato
Tasso, La Gerusalemme conquistata)
Llora
y suspira, y cuando los rayos del sol
Apremian
al rebaño hacia la dulce sombra,
En
la corteza de los pinos y las hayas
Escribió
el nombre del amado de mil formas.
Y
de su destino los graves ultrajes
Y
varios infortunios grabó en dura
corteza.
Y
al releer sus propias notas
Sus ruborosas
mejillas cubrió con lágrimas.