En una de mis colaboraciones
habituales para “La Caja de Resonancia”, programa de radio de la Universidad de
Sonora, presenté una obrita del compositor ucraniano Valentín Silvéstrov (n.
Kiev, 1937) basado en un poema de Alejandro Pushkin. Se trata de una muestra de
sus “Silent Songs”, una serie de notables canciones interpretadas sotto voce por un barítono con acompañamiento
de piano. Sobre Silvéstrov y su música ya me ocuparé después; esta vez quisiera
únicamente compartir el poema de Pushkin que me atreví a traducir, o a conjeturar
en español, o quizá nada más a arruinar, para esa ocasión. Si hay un gran poeta casi
desconocido en nuestra lengua ése es Pushkin. Ya Vladímir Nabokov lo declaró francamente
intraducible y Roman Jakobson advirtió sobre los “infinitos matices” semánticos
que resultan inseparables de esos versos en su lengua original. Y alguna vez tuve
la fortuna de tener una alumna rusa quien con mucha paciencia y no menos candor
trató de explicarme con poemas aprendidos de memoria cómo la textura sonora de
Pushkin contribuye casi a cada momento al sentido de los versos. No obstante
todo esto que digo, cuelgo por aquí este poema lírico que espero al menos insinúe
vagamente la desnuda sencillez y belleza inmediata del gran Pushkin.
Travesía de Invierno
La niebla se
apretuja sobre el camino
Y la luna tímida
apenas aflora.
Se atenaza a
las llanuras desoladas
Y deja caer
migajas de luz opaca.
El trineo se
desliza desbocado
Por el crudo
camino invernal
Con el
repique obstinado
De su monótona
campanilla.
Hay un
resabio de algo querido
En las
interminables canciones del cochero.
Acaso de
fiestas retumbantes y salvajes;
Acaso de una
pena en el corazón.
Ni una
hoguera, ni una choza ennegrecida.
Sólo nieve y
silencio… Y adelante
Millas y
millas ganadas a punta de pala
A través de la
mudez afligida de la noche.
Ansia y
tristeza… Al amanecer, Nina,
Me
reencontraré contigo.
Me
arrellanaré junto a la chimenea
Y te contemplaré
con sosiego.
Qué amargo
resulta este camino.
El cochero
ahora calla somnoliento
Y la
campanilla abruma con su repiqueteo
Y la luna se sofoca tras la niebla.
Que hermoso poema, lo leí cinco veces seguidas. No sabía de Pushkin, tampoco de Silvéstrov, y a una primera búsqueda de las Silent Songs me he topado con un recital de Natalia Polovynka y me he quedado prendido. Gracias por este post y ojalá traduzcas otro.
ResponderBorrarTe aclaro que la versión que programé esa noche en la radio es la del barítono Serguei Yakovenko e Ilya Scheps al piano (ECM). Ojalá la puedas escuchar. Vale muchísimo la pena.
BorrarBien, la buscaré. Muchas gracias
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